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Saturday, April 05, 2008



LA ESTRATEGIA DEL CARACOL

Por: Victoria Elena González Mantilla

“Bien. Ahí estaba el caracol maya. La espiral sin inicio ni final. ¿Dónde empieza y dónde termina un caracol? ¿En su extremo interno o en el externo? ¿Un caracol entra o sale?”
SUBCOMANDANTE MARCOS



RESUMEN
En este ensayo se hace un breve recorrido por la historia del Frente Zapatista de Liberación Nacional FZLN desde sus intentos por convertirse en un modelo de construcción comunitaria y autónoma. Para ello, se muestran los Aguascalientes, pensados como espacios de diálogo de la sociedad civil; los Caracoles, vistos como un proyecto alternativo de organización social cuyo eje es la autonomía y, finalmente, el destino que tendrá esta organización a propósito del anuncio de la terminación del FZLN para dar paso a un nuevo movimiento político de izquierda.
La aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, la zona más pobre y olvidada de la geografía mexicana el primer día de 1994, alimentó titulares de periódicos y noticieros del mundo en medio del desconcierto. Pasada la novedad, los internacionalistas más escépticos pensaron que se trataba de otro grupo armado de los tantos que surgen en América Latina y que al final terminan regateando con los gobiernos de turno. Los demás, los que quisieron ver más allá de sus narices, pronosticaron que quizá, solo quizá, el FZLN tendría para rato. Han pasado más de 10 años. Eso si tan solo se cuenta a partir de la aparición pública. Si se toma el proceso desde su gestación, son más de 21 años de acoplamientos y desajustes, aciertos y desaciertos, aprendizajes y desaprendizajes, comunicados y silencios.
Desde el inicio de su pública aparición llamaron la atención varios elementos que le dieron características particulares al movimiento. En principio, su original conformación de indígenas y ladinos.
que hacen particular a este movimiento. En principio, que estaba compuesto por un extraño cóctel de indígenas y ladinos.
El proceso para llegar a este punto no ha sido fácil. El primer acto fundacional del EZLN fue: “aprender a escuchar y a hablar. Creo que, entonces, aprendimos bien y tuvimos éxito. Con la nueva herramienta que construimos con la palabra aprendida, el EZLN se convirtió pronto en una organización no sólo de miles de combatientes, sino claramente "fundida" con las comunidades indígenas. Para decirlo de alguna forma, dejamos de ser "extranjeros" y nos convertimos en parte de ese rincón olvidado por el país y por el mundo: las montañas del sureste mexicano” [1].
Un segundo paso sin duda fue la decisión, previa consulta popular, de salir a la luz pública empuñando las armas: “Acorralados, salimos esa madrugada de 1994 con solo dos certezas: una era que nos iban a hacer pedazos; la otra que el acto atraería la atención de personas buenas hacia un crimen que, no por silencioso y alejado de los medios de comunicación, era menos sangriento: el genocidio de miles de familias de indígenas mexicanos. Así como lo digo, puede sonar a que teníamos (o tenemos) vocación de mártires que se sacrifican por otros”.
Y un tercer paso –cinco meses después de la batahola del 1 de enero y a punto de dar a conocer la "II Declaración de la Selva Lacandona"[2] cuyo texto estaba dirigido a realizar la "Convención Nacional Democrática" (CND)[3]– fue la propuesta de establecer una sede en Guadalupe Tepeyac para dialogar con la sociedad civil en dicha convención. La sede se llamaría Aguascalientes[4].
Aguas calientes, puntos de encuentro
La "Convención Nacional Democrática" se planteó como una necesidad urgente que tiene como antecedente los frustrados diálogos de San Andrés, en los cuales no se llega a ningún acuerdo debido a la actitud irresponsable y displicente del gobierno mexicano. Como alternativa, el EZLN hace un llamando a la sociedad civil a un diálogo nacional e internacional y convoca a una Consulta por la Paz y la Democracia para conocer la posición nacional e internacional acerca de la pertinencia de sus demandas y de sus posibilidades de futuro. Durante los meses de agosto y septiembre de 1995 la legitimidad de las demandas zapatistas se ratifica en esta Consulta popular. Además, los convocados expresan el deseo de que los zapatistas participen en la vida política civil de México y plantean la necesidad de crear espacios de encuentro para seguir analizando la situación chiapaneca y proponer soluciones.
Por su parte, el EZLN analiza los resultados de este diálogo nacional e internacional y comienza a poner en marcha las recomendaciones que en él se proponen.
De estos ires y venires, surgen tres iniciativas importantes que establecen los zapatistas con base en las sugerencias recibidas:
En el ámbito internacional:
· Hace un llamado para realizar un encuentro intercontinental en contra del neoliberalismo[5].
En el ámbito nacional:
· Forma comités civiles de diálogo como base de discusión de los principales problemas nacionales y semilla de una nueva fuerza política no partidaria.
· Propone la construcción de nuevos Aguascalientes como lugares de encuentro entre la sociedad civil y el zapatismo.
Aquí es entonces cuando nacen oficialmente los demás Aguascalientes. La mayoría en territorio chiapaneco (Oventik, La Realidad, La Garrucha, Roberto Barrios, y Morelia), otros fuera de este Estado como el de Casa del Lago y Ojo de Agua en la UNAM, en Ciudad de México e incluso uno fuera del país, en Madrid, España[6].
Entre 1994 y 2003 los Aguascalientes cumplieron en parte con su objetivo inicial pero poco a poco, tal como lo reconocen los zapatistas con la capacidad de autocrítica que los caracteriza, se convirtieron en una especie de bodegas en donde se depositaban objetos enviados de todo el mundo para contribuir a “mejorar las condiciones de vida de los indígenas”. En una Cenicienta a la espera de la zapatilla compañera que le cambiaría por fin la vida: “Entonces pensamos que era cuestión de tiempo, que la gente iba a entender que los indígenas zapatistas eran dignos y que buscaban no limosnas sino respeto (…) en los Aguascalientes se amontonan computadoras que no sirven, medicinas caducas, ropa extravagante (para nosotros) que ni para las obras de teatro ("señas" les dicen acá) se utilizan y, sí, zapatos sin su par. Y siguen llegando cosas así, como si esa gente dijera "pobrecitos, están muy necesitados, seguro que cualquier cosa les sirve y a mí esto me está estorbando. No sólo, hay una limosna más sofisticada. Es la que practican algunas ONG y organismos internacionales. Consiste, grosso modo, en que ellos deciden qué es lo que necesitan las comunidades y, sin consultarlas siquiera, imponen no sólo determinados proyectos, también los tiempos y formas de su concreción. Imaginen la desesperación de una comunidad que necesita agua potable y a la que le endilgan una biblioteca, la que requiere de una escuela para los niños y le dan un curso de herbolaria”[7].
Desvirtuados en su misión inicial, los Aguascalientes entraron en “sala de observación” por parte de la dirigencia del EZLN con un fuerte argumento en contra que anunciaba su inminente replanteamiento o desaparición: “la resistencia de las comunidades zapatistas no es para provocar lástima, sino respeto. Acá, ahora, la pobreza es un arma que ha sido elegida por nuestros pueblos para dos cosas: para evidenciar que no es asistencialismo lo que buscamos, y para demostrar, con el ejemplo propio, que es posible gobernar y gobernarse sin el parásito que se dice gobernante”. El planteamiento anterior convocaba sin duda a retomar la lucha por la autonomía, es decir, la lucha por mantener la capacidad de autogobernarse y por asumir la responsabilidad de los proyectos que realmente satisficieran las necesidades de la comunidad. Algo totalmente opuesto a lo que se venía dando, la imposición de proyectos foráneos, la idea de ver al indígena como minusválido urgido de la ayuda externa para poder salir adelante.
En la sala de observación y ante la contundencia de las evidencias, los Aguascalientes recibieron la muerte con resignación. El 8 de agosto de 2003 se llevó a cabo el entierro en medio de fiesta y jolgorio.
Caracoles, autonomía de la sociedad civil
El caracol tiene una gran importancia dentro de la mitología maya dado que significa muchas cosas sagradas. De una parte, es símbolo por excelencia del agua y, por ende, de la vida. También un instrumento musical, una metáfora que muestra la condición cíclica que tiene el tiempo y una representación física del número cero. Con todas estas imágenes ancestrales presentes, el 9 de agosto de 2003 nacieron en Chiapas los Caracoles[8] que según lo anunciara el subcomandante Marcos serían: “como puertas para entrarse a las comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos está. Pero sobre todo, para recordarnos que debemos velar y estar pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el mundo”[9].
El paso de los Aguascalientes a los Caracoles significó antes que nada, la transformación de zonas de solidaridad entre localidades afines, en redes de gobierno municipales autónomas, que a su vez se articulan en redes de gobierno que abarcan zonas y regiones más amplias[10].

Lo anterior implicó por tanto, la instauración de un proyecto alternativo de organización social cuyo eje era la autonomía y cuya organización se condensa en la frase “mandar obedeciendo”, es decir, el poder cambiando su relación de sujetador –del que manda– a ser el que obedece, en resumen, la creación de pueblos-gobierno. Municipios autónomos en los que las comunidades asumieron la responsabilidad de nombrar a sus autoridades locales y a sus delegados para que cumplieran con sus mandatos[11]: “En cada Caracol se distingue perfectamente una nueva construcción, la llamada ´Casa de la Junta de Buen Gobierno´. Según se alcanza a ver, habrá una ´Junta de Buen Gobierno´ en cada zona y representa un esfuerzo organizativo de las comunidades, no sólo para enfrentar los problemas de la autonomía, también para construir un puente más directo entre ellas y el mundo”[12].

Con los Caracoles entonces, se hizo manifiesto que el referente zapatista no estaba en el Estado sino en la sociedad civil, por ello la lucha no pasaba por apropiarse del Estado sino por construir un espacio de socialización novedoso. Ello implica el traslado de las formas de poder del Estado –que es en donde tradicionalmente han permanecido– a la sociedad civil, lo que permitiría crear contrapesos que pongan límites al poder.
El presente y el futuro
Dos años han pasado desde la instalación de los Caracoles. En este tiempo los zapatistas han sostenido esta estructura político-social en sus municipios autónomos manteniendo la vigilancia del buen gobierno a las bases de apoyo, rotando cargos para consolidar la formación político-administrativa de los dirigentes elegidos popularmente, impartiendo lineamientos desde el Comité Clandestinos Revolucionario Indígena CCRI y formando nuevas generaciones de zapatistas.
Sin embargo, nuevos acontecimientos hacen pensar en un cambio de estrategia tanto política como social. El primer indicio de ello es el angustioso llamado de alerta roja del Sub Marcos el 20 de junio del presente año, en el cual denunció presiones a las comunidades por parte del gobierno central e incluso advirtió acciones futuras que podrían ser bélicas. La respuesta del gobierno de Fox fue una acusación a la comunidad zapatista de ser cultivadora de marihuana y una negación absoluta de estar ejerciendo cualquier tipo de coacción contra la población indígena.
En un segundo llamado hecho desde la Sexta declaración de la Selva Lacandona a finales de junio de 2005, el Subcomandante Marcos saluda el éxito de los Caracoles pero reconoce una especie de estancamiento del movimiento que obliga a ampliar sus horizontes con una convocatoria a obreros, campesinos, estudiantes, maestros y empleados que se comprometan a trabajar en una campaña –La Otra campaña– con miras a crear un programa nacional de lucha anticapitalista y de izquierda.
El 16 de septiembre el zapatismo anuncia el éxito de la convocatoria a la sociedad civil propuesta en junio, con cifras precisas: 55 organizaciones políticas de izquierda, 103 organizaciones indígenas de México, 162 movimientos sociales, 453 ONG y 1.624 personas a título individual. De igual manera, notifica la puesta en marcha de la Otra Campaña con la realización de una nueva movilización por todo México por parte de una comisión encabezada por el Sub Marcos comenzando en enero de 2006 en San Cristóbal de las casas y culminando en el D.F. con una plenaria-informe. El objetivo de esta primera movilización es hacer una ronda inicial de reuniones logísticas de preparación para el mes de septiembre y reuniones bilaterales con quienes lo propongan en cada estado.
Entre septiembre de 2006 y marzo de 2007 se realizará una segunda ronda dirigida por una delegación nacional y varias delegaciones estatales y regionales que cumplirán reuniones por todos los estados para establecer una especie de diagnóstico nacional. En abril de 2007 la delegación nacional y las regionales serán relevadas por un nuevo equipo.
La creación de los Caracoles hace dos años nos mostró la intencionalidad por parte de los zapatistas de consolidar un proyecto político y social que se venía gestando veinte años atrás en el cual la autonomía era el punto central.
Se intuye entonces que el zapatismo sintiéndose mucho más maduro desde el punto de vista político-administrativo gracias a su experiencia exitosa de dos años en los Caracoles, le apunta ahora a afianzar una propuesta nacional que incluya múltiples actores sociales.
A pesar de que el Sub Marcos ha insistido en su negativa de hacer alianzas políticas con partidos tradicionales o recibir financiación de los mismos para su movilización nacional de 2006, quedan muchas preguntas flotando:
· ¿Significa que el zapatismo se convertirá en un nuevo partido político de izquierda para México?
· ¿Si esto se da, podemos pensar que la lucha del zapatismo ya no buscará construir un espacio de socialización novedoso sino, como cualquier partido tradicional, pretenderá acceder al poder central a través de las urnas?
· ¿Están los movimientos de izquierda mexicanos dispuestos a crear esta alianza con los zapatistas?









BIBLIOGRAFÍA
DÁVALOS, Pablo (comp.). Pueblos Indígenas, Estado y democracia. CLACSO libros. Buenos Aires, 2005.

GONZÁLEZ CASANOVA, Pablo. Los caracoles Zapatistas, redes de resistencia y autonomía. En Revista OSAL No 11. CLACSO, 2003.

LE BOT, Yvon. El sueño Zapatista. Editorial Anagrama, Barcelona, 1997.

Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Segunda parte: una muerte. Julio 2003.

Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Tercera parte: un nombre. Julio 2003.

Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Sexta parte: un buen gobierno. Julio 2003.
Subcomandante Marcos. Sexta declaración de la Selva Lacandona. Septiembre de 2005.
[1] Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Segunda parte: una muerte. Julio 2003.
[2] La propuesta de esta convención se resume en los siguientes puntos:
· La soberana convención revolucionaria será nacional en tanto su composición y representación deberá incluir a todos los estados de la Federación, plural en el sentido en que las fuerzas patriotas podrán estar representadas, y democrática en la toma de decisiones, recurriendo a la consulta nacional.
· La convención estará presidida, libre y voluntariamente, por civiles, personalidades públicas de reconocido prestigio, sin importar su filiación política, raza, credo religioso, sexo o edad.
· La convención se formará a través de comités locales, regionales y estatales en ejidos, colonias, escuelas y fábricas por civiles. Estos comités de la convención se encargarán de recabar las propuestas populares para la nueva ley constitucional y las demandas a cumplir por el nuevo gobierno que emane de ésta.
· La convención debe exigir la realización de elecciones libres y democráticas y luchar, sin descanso, por el respeto a la voluntad popular.
· El Ejército Zapatista de Liberación Nacional reconocerá a la Convención Democrática Nacional como representante auténtico de los intereses del pueblo de México en su tránsito a la democracia.

[3] El nombre se tomó rememorando la Convención de las fuerzas revolucionarias mexicanas en la segunda década del siglo XX.
[4] El 8 de agosto de 1994, en la sesión de la Convención Nacional Democrática celebrada en Guadalupe Tepeyac, el Comandante Tacho, a nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, inaugura en presencia de unas 6.000 personas procedentes de diversas partes de México y del mundo, el llamado "Aguascalientes" y lo entrega a la sociedad civil nacional e internacional.

[5] El Encuentro se realizó en Oventic, San Andrés Sacamch’en de los pobres, el 27 de julio de 1996.
[6] De este modo los describió el comandante Tacho: “Nuestros Aguascalientes no son lugares para llamar a la guerra o a la destrucción pero tampoco son para decir que la injusticia y la esclavitud, el autoritarismo, deben seguir. Nuestros Aguascalientes son lugares para llamar a la paz y a la construcción pero a una paz nueva, justa y digna, y a construir una nueva patria democrática, libre y justa. Nuestros Aguascalientes son también lugares para que nuestra cultura no se pierda, son lugares para que viva y no muera, pero también son lugares donde nuestra cultura, la cultura de nuestros más primeros abuelos, se encuentre con otras culturas de México y del mundo”. En Chiapas: la treceava estela. Segunda parte: una muerte. Julio 2003.

[7] Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Segunda parte: una muerte. Julio 2003.
[8] El Caracol de la Realidad, de zapatistas tojolabales, tzeltales y mames, se denominó Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños (S-nan xoch baj paman ja tez waychimel ku untic). El caracol de Morelia, de zapatistas tzeltales, tzotziles y tojolabales, se denominó Torbellino de nuestras palabras (muc ul puy zutu ik ju un jc optic). El Caracol de la Garrucha, de zapatistas tzeltales, se denominó Resistencia hacia un nuevo amanecer (te puy tas maliyel yas pas yach il sacál quinal). El Caracol de Roberto Barrios, de zapatistas choles, zoques y tzeltales, se denominó El caracol que habla para todos (Te puy yax sco pj yu un pisiltic , en tzeltal), y (Puy muitit an cha an ti lak pejtel, en chol). El Caracol de Oventik, de tzotziles y tzeltales, se denominó Resistencia y rebeldía por la humanidad (ta tzikel vocolil xchiuc jtoybailtic sventa slekilal sjunul balumil).

[9] Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Segunda parte: una muerte. Julio 2003

[10] Así lo define Pablo González Casanova en el artículo Los caracoles Zapatistas, redes de resistencia y autonomía. En Revista OSAL No 11.
[11] La justificación de la existencia de estas Juntas de Bueno Gobierno en los Caracoles se explica por los Zapatistas de la siguiente manera:
· Para tratar de compensar el desequilibrio en el desarrollo de los municipios autónomos y de las comunidades. Esto debido a que con la existencia de los Aguascalientes se dieron desarrollo distintos entre los municipios, dado que algunos recibían mayor ayuda económica y en proyectos, que otros.
· Para terciar en los problemas eventualmente pudiese darse entre municipios autónomos, y entre municipios autónomos y municipios gubernamentales.
· Para atender las denuncias contra los Consejos Autónomos por violaciones a los derechos humanos, protestas e inconformidades y ordenar a los Consejos Autónomos Rebeldes Zapatistas la pronta reparación de los errores, y vigilar el cumplimiento de las normas.
· Para supervisar y colaborar en la realización de proyectos y tareas comunitarias en los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, cuidando que se cumplan los tiempos y formas acordados por las comunidades.
· Para vigilar el cumplimiento de las leyes establecidas de común acuerdo con las comunidades, funcionen en los Municipios Rebeldes Zapatistas.
· Para atender y guiar a la sociedad civil nacional e internacional para visitar comunidades, realizar proyectos productivos, instalar campamentos de paz y realizar investigaciones que le resulten útiles a las comunidades.
· Para, de común acuerdo con el CCRI-CG del EZLN, promover y aprobar la participación de miembros de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas en actividades o eventos fuera de las comunidades rebeldes.

[12] Subcomandante Marcos en Chiapas: la treceava estela. Segunda parte: una muerte. Julio 2003

Friday, October 12, 2007




PALABRAS EN LA GUERRA

Hay palabras que nos muerden la voz como perros nerviosos que escaparan del fuego.
Palabras que rompen los cercados del tiempo.
Palabras que despiertan. Hay palabras.
José María Gómez Valero
Por Victoria Elena González M.

RESUMEN
La excepcional duración en el tiempo, las peculiaridades de su desarrollo y la honda metamorfosis que ha tenido, tanto en los propios accionares internos como en el contexto internacional, son algunas de las características del conflicto armado colombiano que lo han convertido en un fenómeno de alta complejidad en el que se mueven múltiples elementos. El presente ensayo busca explorar el papel que desempeña uno de estos elementos en particular --el lenguaje-- como estrategia de acción política de los diferentes actores involucrados en el conflicto armado.

Palabras clave
Conflicto armado, lenguaje, eufemismo, disfemismo, neologismo.

Desarmar las palabras fue una de las propuestas que surgió hace casi una década en las reuniones de la organización Medios para la paz. Las primeras discusiones se daban en torno al papel que desempeñaban los medios de comunicación en el conflicto armado y a la forma como los periodistas tomaban parte en dicho conflicto al reproducir “el lenguaje de los guerreros”. La propuesta contemplaba la elaboración de un manual, o más bien de una especie de diccionario en el cual se precisaran los términos, de modo que se hiciera un uso juicioso de los mismos a la hora de escribir sobre el conflicto armado colombiano. El resultado por todos conocido es el libro Para desarmar la palabra que se convirtió en el documento de referencia de muchos periodistas y que, al igual que cualquier texto de este tipo, viene incorporando periódicamente nuevos vocablos en nuevas ediciones.

La propuesta de Medios para la Paz hizo un aporte valioso en busca de lograr un mayor equilibrio por parte de los periodistas en el cubrimiento de las informaciones, pero además puso de presente dos hechos fundamentales: la importancia de la palabra en el conflicto armado y el poder que ejercen quienes la utilizan. Sobre este último punto en particular quedan reflexiones adicionales que van más allá del papel de los medios y que pretendemos plantear en este escrito: dado que los colombianos estamos expuestos permanentemente a un bombardeo de declaraciones directas provenientes de todos los flancos que se enlazan para crear discursos, pronunciamientos oficiales y no oficiales, declaraciones y versiones libres entre otros, ¿Cuál es el papel que desempeña el lenguaje bélico que utilizan los diferentes actores involucrados en el conflicto armado como estrategia de acción política para generar alianzas, divisiones, pactos o condenas? ¿Cuál es el tipo de palabras que conforman ese lenguaje bélico? ¿Cuál es el camino que toman esas palabras? ¿Cómo se van posicionando en el lenguaje cotidiano? Veamos.

Los perniciosos eufemismos

Para dar inicio a este aparte, nada más conveniente que tomar prestadas las palabras del profesor estadounidense James Petras cuando afirma: “Los grandes crímenes contra la mayor parte de la humanidad se justifican mediante una corrupción corrosiva del lenguaje y el pensamiento; una deliberada maquinación de eufemismos, falsedades y engaños conceptuales”[2].

Lo anterior nos remite a una tendencia mundial --que también se ha adoptado en Colombia-- de poner a circular eufemismos que son acogidos posteriormente por los medios de comunicación, e incluso por los sectores académicos, para restarle valor a ciertas acciones realizadas por determinados actores. En última instancia, con el empleo de los eufemismos se busca imponer un lenguaje metafórico para brindar una naturaleza ambigua a las palabras con el fin de vaciarlas de un contenido semántico que podría resultar negativo.

Los eufemismos se dividen a grandes rasgos en dos tipos: aquellos compuestos por un sustantivo más un adjetivo o por sustantivos unidos por una preposición, tales como “guerra preventiva” o “teatro de operaciones” y aquellos que se manifiestan en palabras simples convertidas en sinónimos que permiten tomar el todo por la parte tales como “bajas” o “blancos” (Chamizo, 1999).

Es muy usual el uso del llamado “eufemismo institucionalizado” que paulatinamente se convierte en una jerga técnica dada a conocer por las administraciones en sus comunicados y en sus intervenciones oficiales y que podría asimilarse al lenguaje de lo “políticamente correcto”[3]. Por ello, nos resultan tan familiares expresiones como “poblaciones deprimidas” cuando se habla de los más pobres; "daño colateral” (una especie de efecto secundario incontrolable) para referirse a crímenes contra la población civil; “neutralizar”, para nombrar la muerte de un enemigo o “teatro de operaciones” (en una evidente transmutación de la guerra en simulacro) para designar al lugar que se encuentra en guerra.

Hablando específicamente del caso colombiano, a partir de la primera administración de Álvaro Uribe se ha producido un fenómeno gracias al cual el significado del término “conflicto armado interno” se ha lexicalizado. Lo anterior significa que “conflicto armado interno”, que otrora se considerara un eufemismo frente a la palabra “guerra”, ahora se ha convertido también en una expresión “políticamente incorrecta”. Por este motivo, la oficialidad se ha visto en la necesidad de acuñar nuevos eufemismos tales como “confrontaciones armadas” o “acciones terroristas aisladas” y, de este modo, poder seguir refiriéndose al objeto en cuestión sin caer en ninguna inconveniencia.
La justificación de este giro ha sido profusamente difundida por el presidente Uribe y varios de sus voceros, entre ellos su principal asesor José Obdulio Gaviria: por el hecho de ser Colombia un Estado constituido institucionalmente para garantizar el ejercicio pleno de la democracia no se puede admitir la legitimidad de la oposición armada y, por tanto, de conflicto armado interno[4]. El trasfondo de esta posición por parte de la oficialidad se explica porque hablar de “conflicto armado interno” o de “guerra” implicaría el reconocimiento de que el Estado colombiano no ha logrado ejercer el monopolio estable de la violencia física ni el dominio total sobre el territorio durante los últimos 60 años. Igualmente, “estar en guerra” supondría reconocer la existencia de bandos enfrentados en igualdad de condiciones (de un lado el ejército legítimamente constituido y del otro la guerrilla y/o los paramilitares) con lo cual se les estaría dando un estatus político inmerecido a estos grupos al margen de la ley. Además de otorgarles este estatus, implícitamente estaría planteada la “obligación” de dar una solución a esta “guerra” mediante acuerdos que incluyan repartición del poder, intercambio de prisioneros etc.
Lo anterior, en apariencia totalmente coherente, muestra sin embargo una preocupante contradicción en lo que respecta a la designación que el gobierno ha querido dar a los desmovilizados de los grupos paramilitares. El presidente Uribe Vélez ha propuesto un proyecto de ley para juzgarlos como sediciosos[5] --un delito político que se le atribuye a quienes se organizan con el objeto de modificar, suprimir o sustituir la organización institucional del Estado y que no podría existir en una democracia “sin límites”-- a fin de, según palabras del primer mandatario, salvar el proceso de desarme de las AUC[6]. Esta decisión gubernamental se da en oposición a un fallo de la Corte Suprema de Justicia que negó a los paramilitares la condición de sediciosos, “ya que sería burlar el derecho de las víctimas a que se haga justicia”, dado que los hechos podrían quedar cobijados con la impunidad.[7]
Pero la utilización de eufemismos no es patrimonio exclusivo de la oficialidad. De parte de los grupos armados también se usa este lenguaje metafórico por varias razones. La primera de ellas, por la necesidad de “normalizar” las acciones criminales para que no sean consideradas ilegales; la segunda, para lograr que a fuerza de reiteración estos vocablos se posicionen en el lenguaje común sin que se explore sus verdaderos sentidos o procedencias. La tercera, está relacionada con lo que Kurt y Katis Spillman denominan el síndrome del enemigo, es decir, “la mirada estereotipada del otro que conlleva una polarización elemental entre buenos (nosotros) / malos (ellos) y que incentiva a la deshumanización del oponente. Por ello, quienes comenten un crimen no pueden creer que estén ocasionando un daño irreparable a un ser humano como ellos. (Spillmann, 1991)

Como ejemplo de lo anterior vemos que las guerrillas convierten un secuestro en una “retención”; un robo de armas el ejército en una “recuperación”; una extorsión en una “vacuna” o un asesinato de los enemigos en un “ajusticiamiento”. Del mismo modo, en sus “partes de guerra” se habla de “muertos en combate” o “dados de baja”[8]. Por su parte, algunos jefes paramilitares en particular “ofrecen disculpas” por su accionar y el de sus ejércitos “reconociendo” que cometieron “errores de procedimiento” y para ello emplean en comunicados oficiales dirigidos a sus víctimas términos como “desmán” o “extravío” cuando se trata de explicar las causas que los llevaron a cometer crímenes[9]. Otros se valen de expresiones como "operaciones conjuntas antisubversivas" para justificar tomas de municipios en asocio con el ejército regular; de "retención con fines políticos" para referirse a los secuestros de parlamentarios en busca de convertirlos en sus emisarios[10] o de “destrucción de objetivos militares múltiples” para explicar una masacre.

Entre los paramilitares, este estilo de lenguaje eufemístico en particular comenzó a circular con más fuerza en los comunicados y las declaraciones a partir de 2004, por lo cual puede suponerse que el advenimiento del proceso de negociación con la administración Uribe tuvo algo que ver en este giro. En etapas previas al año 2004 por el contrario, se perciben dos estilos claros: el primero es el uso de un lenguaje más guerrerista que quizá tiene mucho que ver con el vocero que firma los comunicados oficiales, ya que la mayor parte de ellos están suscritos por Carlos Castaño Gil, reconocido por su actitud “poco diplomática”[11]. El segundo es la proliferación de términos como patria, patriota, paz, dignidad, democracia y justicia[12] que se utilizan partiendo del hecho de que deben tener un mismo significado para emisores y receptores. Esta pretensión de univocidad busca además generar alianzas y lograr la aceptación de las acciones delictivas de estos grupos armados por parte de los ciudadanos en nombre de un supuesto”bien común”.

Otra modalidad de eufemismo por parte de los grupos armados es la creación de una especie de jerga interna cuyo objetivo es restringir a un grupo determinado ciertos términos para intercambiar mensajes de manera soterrada, aunque posteriormente su difusión llega tan lejos que pierden su objetivo inicial. Una función adicional de esta jerga es dar a los integrantes de estos movimientos una visión diferente del mundo y de la sociedad de la cual no forman parte. Esto implica un angustioso llamado a expresar lo particular y a contribuir a ejercer el derecho a la diferencia de quienes hacen uso de dicha jerga, dado que en un escenario de permanente terror resulta muy complicado afirmar las identidades personales y colectivas de una manera contundente. Aparecen entonces entre las guerrillas términos como “niña” para referirse a la ametralladora, “abejitas” para designar a los niños combatientes y “pesca milagrosa”, el nombre de un juego infantil popular, para denominar a los secuestros masivos. Los paramilitares por su parte emplean vocablos de similares características. Así las cosas, encontramos nominaciones como “campanitas” para designar a los menores que sirven de centinelas[13].

Los violentos disfemismos

Esta es quizá una de las categorías más utilizadas en los discursos de todos los actores del conflicto armado en Colombia. El disfemismo consiste en la mención consciente de términos no legítimos de la forma más directa posible, por tanto, su objetivo es aumentar la carga negativa de dichos términos. Su efecto estilístico, contrario al del eufemismo, busca rebajar la expresión (Chamizo, 1999).

Algunos de los disfemismos surgen en un momento histórico determinado para designar ciertos grupos sociales y se van quedando en el lenguaje cotidiano de medios de comunicación y de ciudadanos. Hablamos por ejemplo de la denominación “bandolero” que se le asigna a la guerrilla --particularmente por parte de las fuerzas armadas-- y que tiene origen en la aparición de un grupo de campesinos que no se acogieron a las amnistías decretadas durante la instauración del Frente Nacional y empezaron a operar como delincuencia común[14]. Bandolero por antonomasia es pues, en este contexto, un término desprovisto de connotaciones políticas; de allí la intencionalidad de quienes lo usan para calificar a los integrantes de las guerrillas.

De otro lado, tomamos la expresión “Paramilitar” que designa a los integrantes de grupos armados conformados al margen de la ley, creados para combatir a las guerrillas. Este término es el que ha conseguido instalarse con más fuerza en el lenguaje popular, a pesar de la oposición de la oficialidad que lo considera impreciso y denigrante para las fuerzas armadas, dado que está compuesto por el prefijo “para” que unido a militares significa “junto a los militares” o “paralelo a una organización militar” (por ello, la oficialidad los denomina “autodefensas”). Los paramilitares también se denominan a sí mismos “autodefensas”, dado que este término, les permite caracterizarse como un grupo que desarrolla una conducta de legítima defensa de un derecho propio frente a una agresión injusta. De este modo justifican su existencia y defienden su legalidad[15].

Algunos de los disfemismos cotidianos más comunes en este conflicto armado son sin duda las palabras “terrorista” y “terrorismo”. Su instalación en el lenguaje popular y en el discurso político proviene de la imposición de una nueva dinámica mundial surgida en la etapa pos 11 de septiembre, en la cual se plantea el fortalecimiento de la llamada “guerra difusa”[16] que se caracteriza por la desaparición de los límites de los conflictos bélicos, lo cual significa una extensión de la guerra en el tiempo y en el espacio. Al igual que en casos anteriores, el uso extensivo de este término busca la justificación de una política en la cual no tienen cabida las negociaciones. Si un gobierno niega la posibilidad de reconocer a los grupos armados como combatientes[17] y, por el contrario, los califica como terroristas[18], se da una despolitización del conflicto, ya que con los combatientes se puede pactar pero con los terroristas no[19].

Quienes se sienten señalados por estos calificativos tampoco pierden la oportunidad de asignar disfemismos similares que incorporados a sus discursos pretenden reiterar el carácter político del conflicto. Así las cosas, los miembros de las FARC reafirman permanentemente en sus comunicados su condición de guerrilleros o de insurgentes (definidos como grupos armados organizados que actúan por la vía de las armas para modificar el orden del Estado) y atribuyen el hecho de ser catalogados como terroristas a la incidencia permanente de Estados Unidos en las decisiones del Estado Colombiano[20].
En eventos críticos en los cuales se produce un recrudecimiento del conflicto proliferan los discursos y las declaraciones cargadas de disfemismos por parte de todos los actores involucrados. Como un ejemplo en donde se manifiesta con más fuerza lo expuesto, tenemos las declaraciones del presidente Álvaro Uribe Vélez el 21 de octubre de 2006 en un consejo comunal de vivienda en Cúcuta a propósito del atentado a las instalaciones de la Universidad Militar Nueva Granada en Bogotá declaraciones en las que, entre otras cosas, oficialmente se cerró la puerta a un eventual acuerdo humanitario con las FARC. En este discurso, que le valió al presidente Uribe no pocas críticas, utiliza palabras coloquiales malsonantes para calificar a los guerrilleros como “fantoches”, “matones” y “mentirosos”, e incluso usa términos no castizos como “mansalveramente” con el propósito de calar en la gente común que hace uso de este lenguaje en la cotidianidad[21]. Por su parte, la guerrilla de las FARC responde al discurso calificando a Uribe y a sus colaboradores con términos como “oligarquía tradicional-mafiosa”. Desglosando esta expresión --que nos permite observar claramente un anquilosamiento en el uso del lenguaje-- podemos ver en el término “oligarquía” una expresión peyorativa usada por la vieja izquierda para referirse a las clases altas; “tradicional” que en este contexto tiene la connotación de retrógrado y retardatario, y “mafioso”, que alude a las relaciones de esta “oligarquía tradicional” con el narcotráfico[22].
Los rebuscados neologismos
Neologismo es toda palabra de creación reciente o recientemente tomada de otra lengua, o toda acepción nueva que se le da a una palabra antigua. Los hay “De forma” que consisten en fabricar nuevas unidades gracias a procedimientos como la prefijación, la sufijación, el truncamiento, el préstamo o el empleo de siglas, y “De sentido”, que consiste en emplear un significante ya existente otorgándole un contenido que no tenía anteriormente (Chamizo, 1999).
El discurso en el conflicto armado colombiano ha ido acuñando paulatinamente neologismos tanto de forma como de sentido que se instalan cada vez con más fuerza. Gracias a esto podría hablarse de la conformación de un “glosario nacional” que circula de boca en boca y de página en página permanentemente.
Entre los neologismos de forma podemos mencionar palabras como “narcoguerrilla”, término compuesto por un prefijo y un sustantivo que pone de manifiesto la relación de los grupos guerrilleros con el narcotráfico[23]; “narcoterrorismo” que ha desplazado al término anterior y designa a grupos que ejercen el terrorismo con el patrocinio del narcotráfico; “parapolítica”, una palabra que no está pensada a partir del prefijo para (al lado de) sino a partir del término “paramilitar” sumado a “política”, en busca de hacer explícitas las relaciones entre el paramilitarismo y los políticos; “cambuche”, para hablar de un lugar de refugio, “cambuchear” para referirse a la acción de acampar o “boleteo”, para designar un tipo de chantaje que consiste en amenazas anónimas de grupos ilegales en busca de obtener dinero de las víctimas.
Entre los neologismos de sentido encontramos términos como “despeje” que en el contexto colombiano significa la suspensión de la acción militar por parte del ejército en un área determinada con miras a entablar algún tipo de encuentro entre representantes del gobierno y un grupo armado y “Muñeco” que significa muerto en el lenguaje del sicariato.
Finalmente encontramos algunos neologismos con una carga peyorativa que se derivan de términos en circulación como es el caso de “Paras”, “Paracos” o “Macetos” (que alude a los antiguos miembros del grupo armado MAS --muerte a secuestradores-- una de las primeras organizaciones armadas privadas que se crearon para combatir a las guerrillas) para designar a los paramilitares. En los grupos guerrilleros recordamos la nominación “Farianos” para los miembros de la FARC; “Elenos” para los miembros del ELN; “Epilépticos” para los integrantes del desmovilizado Ejército Popular de Liberación EPL o simplemente “Guerrillos”, para los guerrilleros en general. Finalmente el término “Facho” que no tiene origen en nuestro conflicto sino en la palabra fascista pero que se ha acuñado para designar a quienes tienen un accionar contrario al progresismo.
Conclusiones

Lo que hasta este punto podemos establecer en este análisis es que el lenguaje bélico que utilizan los diferentes actores involucrados en el conflicto es una parte muy importante de la estrategia de acción política en busca de generar alianzas, divisiones, pactos y condenas. Desde el punto de vista de la oficialidad, la instalación y circulación mediante declaraciones, discursos y comunicados oficiales de una terminología orientada a despolitizar el conflicto con las guerrillas, demuestra sin duda, una clara intención de mantenerse en una posición que niega cualquier posibilidad de negociación con las FARC. Simultáneamente, el propósito del gobierno de dar estatus político a los paramilitares, a costa incluso de contradecir el principio de “democracia sin límites” que tanto ha difundido, permite ver claramente la intencionalidad de mantener acuerdos sólidos y perdurables con estos grupos.

Por su parte, las palabras que utilizan de las guerrillas frente al gobierno y frente a la opinión pública denotan una actitud beligerante permanente y un marcado tinte de anquilosamiento en una época de confrontación este-oeste ya superada. Igualmente muestran una intencionalidad clara de trasmutar el significado de ciertas palabras con el fin de “normalizar” las acciones que las designan quitándoles el carácter delictivo y una deshumanización del otro que permite justificar la comisión de delitos.

Los grupos paramilitares entre tanto, han abandonado de algún modo su lenguaje beligerante, dado el proceso de negociación en el que se han involucrado. Esto los lleva a hacer derroche de expresiones que por momentos se tornan sínicas y que tan solo buscan justificar sus cruentos accionares ante los ojos de la opinión pública y de las autoridades.

Concluimos además que en todos los actores del conflicto armado colombiano es común el uso de eufemismos, disfemismos y neologismos cuyo fin primordial es imponer un lenguaje metafórico darle una naturaleza ambigua a las palabras para vaciarlas de un contenido semántico. Estos vocablos se difunden poco a poco en escenarios distintos y van conformando una especie de glosario nacional que se reproduce tanto en los medios de comunicación como en la vida cotidiana.


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SPILLMANN, Kurt y SPILLMANN Katis. La imagen del enemigo y la escalada de los conflictos, en Revista Internacional de Ciencias Sociales, No 127, marzo de 1991, pág. 74.

http://www.ifs.csic.es/foro/Pena2.pdf


[1] Comunicadora Social periodista, magíster en literatura, estudiante de doctorado en Ciencias Sociales. Editora Revista.
[2] En Notas sobre un renacimiento cultural en tiempo de barbarie, conferencia dictada en el Encuentro Nacional de Arte y Poesía por la Paz de Colombia. Medellín 1 a 3 de junio de 2007.
[3] Para Vladimir Volkoff lo políticamente correcto representa la entropía del pensamiento político y consiste en ver a la sociedad y a la historia en términos maniqueos. Lo políticamente correcto simbolizaría el bien y lo políticamente incorrecto simbolizaría el mal. Umberto Eco considera lo políticamente correcto como una imposición que atenta contra el derecho a la libertad de expresión.

[4] Este principio es explícito en el discurso pronunciado por el presidente Uribe Vélez en Costa Rica el 19 de junio de 2002: “la democracia colombiana es una democracia que todos los días se ha perfeccionado más, que cuando quiera que se haya detectado una talanquera al ejercicio democrático, se ha superado. Es una democracia sin límites, sin veniales hostilidades a la expresión del pensamiento democrático. Cuando hay un Estado constituido institucionalmente para garantizar el ejercicio pleno de la democracia, no se puede admitir la legitimidad de la oposición armada”. José Obdulio Gaviria por su parte expresa: “definir una confrontación interna como conflicto interno armado es darles categoría de fuerzas beligerantes a unos grupos a los que seguramente antes se maltrataba de palabra y obra mientras no obtuvieran el poder”.

[5] El proyecto de ley buscaría modificar el artículo 468 del Código Penal y quedaría así: Sedición. Los que mediante el empleo de las armas pretendan impedir transitoriamente el libre funcionamiento del régimen constitucional y legal vigentes, incurrirán en prisión de seis (6) a nueve (9) años y multa de cien (100) a doscientos (200) salarios mínimos legales mensuales vigentes, incrementados en los términos de la ley 890 de 2004. Incurrirán en las mismas penas quienes, mediante el empleo de las armas, constituyan grupos ilegales con la pretensión de sustituir a la fuerza pública para resistir o confrontar a grupos armados organizados al margen de la ley que realizan conductas constitutivas de rebelión. Lo previsto en este artículo no será aplicable a quienes se beneficien de estas conductas para acceder a la función pública o tengan la calidad de servidor público durante su realización.
Artículo nuevo. Los beneficios previstos en la ley 782 prorrogado por la ley 1106 de 2006 sólo se conceden a los miembros de grupos armados organizados al margen de la ley que se hayan desmovilizado individual o colectivamente. Estos beneficios no se aplican a las conductas constitutivas de genocidio, terrorismo, secuestro o extorsión en cualquiera de sus modalidades, desplazamiento forzado, desaparición forzada, homicidio cometido fuera de combate o colocando a la víctima en estado de indefensión, tráfico de estupefacientes y sustancias sicotrópicas y aquellos a que se refiere la Ley 67 de 1993, hechos de ferocidad o barbarie o aquellos que puedan significar violaciones graves al Derecho Internacional Humanitario, crímenes de lesa humanidad, y en general, conductas excluidas de tales beneficios por la legislación interna, tratados oconvenios internacionales ratificados por Colombia.

[6] Los artículos 150-17 y 201-2 de la Constitución autorizan respectivamente al Congreso para conceder amnistías e indultos generales por delitos políticos, y al Gobierno para conceder indultos por delitos políticos con arreglo a la ley. Así mismo, la ley 782 de 2002 dispone la concesión de beneficios jurídicos que consisten en la extinción de acción penal, o en el perdón de la pena para quienes se hallen involucrados en la comisión de delitos políticos y conexos, y el decreto 128 de 2003 reglamenta la forma de conceder esos beneficios. La calificación del delito de paramilitarismo como político permitiría que la conformación y participación en esos grupos no sea objeto de investigación y juzgamiento, y que sus autores no sean sancionados.

[7] Las razones de orden sustancial sobre la imposibilidad de equiparar el concierto para delinquir con la sedición están expuestas en la sentencia del 11 de julio del 07 de la siguiente manera: El artículo 71 de la Ley 975 de 2005 materialmente es una norma contraria a la Constitución Política porque asimila indebidamente los delitos comunes con los delitos políticos. Tal presupuesto desconoce no sólo los fundamentos que guían la actuación de ambas clases de delincuentes sino los postulados de la Carta que permiten un trato diferente entre unos y otros.

[8] El comunicado del 3 de septiembre de 2007 emitido a propósito de un enfrentamiento con el ejército es una muestra de este tipo de lenguajes: “En esta oportunidad reportamos al pueblo colombiano que como resultado del combate murieron 11 militares y 38 más fueron heridos, recuperamos 4 fusiles m-16 con 28 proveedores y abundante material de guerra en nuestras filas perdimos 9 combatientes, a quienes rendimos sentido homenaje, 12 guerrilleros más sufrieron heridas de las que hoy se recuperan satisfactoriamente en nuestros hospitales”. En http://www.farcep.org/

[9] Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna explica en comunicado dirigido a María Elena Toro, madre de una de sus víctimas (16 de julio de 2007) el por qué de las acciones cometidas por sus hombres empleando esas palabras.

[10] Estos son algunos de los términos utilizados por Salvatore Mancuso ante un fiscal de la Unidad de Justicia y Paz en versión libre del 15 de enero de 2007.

[11] Encontramos entonces comunicados en los que se expresan planteamientos como: “Es así que nos preparamos para ser atractivos a quien quiera ayudarnos en la confrontación final al narcoterrorismo de las FARC. No se extrañen los colombianos si ven muy pronto una fuerza Paragringa en Colombia, integrada por las Fuerzas Armadas y las Autodefensas Unidas en un solo Estado, como única manera de desterrar un flagelo irracional que padece la nación. Ya vivimos algo similar con la Alianza del Norte en Afganistán, también podrá suceder en Colombia. Estamos listos”, firmado por Carlos Castaño el 12 de noviembre de 2001.

[12] Así se expresa en el comunicado del 24 de abril de 2003 formado por Salvatore Macuso: “Consideramos que es nuestra responsabilidad ante Colombia la de insertar nuestro trabajo, personal y colectivo, de manera legal y consensuada, en el fortalecimiento de la democracia, pero no de la democracia en abstracto, sino a partir de conceptos y argumentaciones bien concretos como los de seguridad colectiva de las comunidades, retorno de los desplazados en condiciones dignas, desarrollo de las economías regionales, políticas de infraestructura productiva y de comunicaciones, etc., etc., no considerados como parte de una agenda reivindicativa, sino con los pies bien sobre la tierra acerca de las condiciones que permitan sobrellevar la guerra mientras dure y ganar la paz del modo más legítimo. Porque de eso se trata: de que la guerra termine con el triunfo de la ciudadanía, con el afianzamiento del Estado y con el fortalecimiento de las instituciones democráticas, creando así –desde hoy mismo- el marco indispensable para que la economía prospere y que todos los colombianos vivamos en paz, con dignidad y justicia. En http://www.colombialibre.org/

[13] Llama la atención la utilización de estos términos que tiene un componente de sensibilidad para referirse a objetos, acciones y tareas que definitivamente poco tienen que ver con esto.
[14] Gonzalo Sánchez y Donny Meertens en su libro Bandoleros, Gamonales y Campesinos, explican el fenómeno del bandolerismo en Colombia como la yuxtaposición de respuestas individuales a una coyuntura determinada por la falta de regulación de circuitos económicos y la crisis de la dominación sociopolítica en regiones donde la pequeña y mediana propiedad y la mano de obra fluctuante conformaban una parte importante de la economía de la exportación.

[15] Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna explica en comunicado dirigido a María Elena Toro, familiar de varias de sus víctimas (16 de julio de 2007) su definición de autodefensa: “la Autodefensa fue una federación de fuerzas aliadas, con el común propósito de oponerse a los desmanes de la guerrilla, que amenazaba con atomizar grandes sectores del país, en pequeños territorios que sirvieran a sus oscuros designios de tomarse el poder a cualquier costo. La presencia de las fuerzas de Autodefensa en las zonas cambió el balance estratégico de la guerra”.

[16] Para F. Garrido Peña una de las consecuencias de la moralización de las relaciones internacionales es la desconfiguración de la guerra. La guerra ya no tiene límites ni una figura precisa. Está o puede estar en cualquier lugar y en cualquier momento y, de este modo se convierte en guerra difusa. Esta tendencia a la difuminación de los contornos de los conflictos bélicos se ve acrecentada por el terrorismo. De acuerdo con Garrido, la respuesta militar dada por los Estado Unidos y la OTAN han inaugurado un tipo de guerra sin fronteras ni límites temporales, una guerra difusa que se camufla en los espacios de la política y hace imposible cualquier convivencia . En GARRIDO PEÑA F. La guerra difusa, los disruptores conceptuales y el humanitarismo militar. En http://www.ifs.csic.es.


[17] Según el Derecho Internacional Humanitario, los combatientes son un grupo personas que participan directamente en las hostilidades, con excepción del personal sanitario y religioso adscrito a una de las partes. También tienen la misma nominación las personas pertenezcan a grupos voluntarios o de milicias no comprendidos en dichas fuerzas pero que operan a favor de dicha parte, (siempre y cuando porten armas, lleven un signo distintivo, estén comandados por un jefe y respeten las normas de la guerra) sean parte de un levantamiento en masa de la población de un territorio ocupado que toma espontáneamente las armas para combatir las tropas de invasión. Pertenezcan a movimientos de resistencia organizados, vinculados a una parte en conflicto que operen fuera o dentro de su propio territorio, aunque esté ocupado, a condición de que respondan a las mismas condiciones que los cuerpos de voluntarios. En Para desarmar la palabra, diccionario de términos del conflicto y la paz. Medios por la paz, Bogotá, octubre, 2005

[18] Los terroristas se definen como las personas que ejecutan acciones deliberadas encaminadas a generar pánico, miedo y terror en la población, como instrumentos de acción política o como medios de guerra. El terrorismo pertenece al género de los delitos comunes atroces, no es un delito político. En Para desarmar la palabra, diccionario de términos del conflicto y la paz. Medios por la paz, Bogotá, octubre, 2005

[19] En pronunciado ante la corte interamericana de derechos humanos en San José de Costa Rica el 19 junio de 2002 al referirse a las guerrillas el presidente Uribe manifiesta:”Ellos han ejercido como terroristas y han hablado como políticos sociales. Que se definan, que dejen esa hipocresía, que dejen esa doble moral, que no le hablen al mundo como políticos mientras actúan en Colombia están procediendo como terroristas. Las limitaciones de la democracia en Colombia no son limitaciones derivadas del Estado, son limitaciones impuestas por los violentos”.

[20] “En desarrollo de la demencial política uribista de guerra contra el pueblo, al servicio de los intereses norteamericanos y bajo el pretexto de una cruzada contra el terrorismo y el narcotráfico, las tropas del ejército oficial adelantan una verdadera campaña de exterminio en la cual los desalojos, arrasamiento de todo tipo de cultivos con fumigaciones indiscriminadas bloqueos, asesinatos de civiles presentados a los medios como positivos en contra de la guerrilla, desapariciones, amenazas, bombardeos generalizados y robo de ganados y aves de corral son el pan de cada día, en estas regiones olvidadas del país. Los imaginarios partes entregados por Juan Manuel Santos, mentiroso Ministro de Guerra y los Generales subalternos de los oficiales norteamericanos no logran ocultar la realidad de la resistencia insurgente que cada día se crece y llena de gloria en las batallas por la nueva Colombia”.

[21] Uribe Vélez afirmaba en este momento: “Esos bandidos deberían aprender a ser sinceros. Porque son matones y son mentirosos, y no miran de frente, y son fantoches y mansalveros. El que ordenó ese carro bomba, el país lo recuerda en la televisión. Con esa arrogancia de ese uniforme camuflado, con esas armas. Nadie lo vio mirar de frente. Siempre miraba de lado, mansalveramente, turbiamente. No tienen alma y por eso no la muestran, porque no pueden mostrarla”.

[22] Las FARC responden a las acusaciones de Uribe con estas palabras: “La falta de voluntad política de la oligarquía tradicional-mafiosa y del imperio prevalece sobre el sentimiento de los colombianos por la Paz. La guerra que adelanta Uribe Vélez, por mandato de los estadounidenses, sólo sirve para derramar sangre inocente y para que el imperio USA saquee nuestros recursos naturales”. En http://www.farcep.com/



[23] El nombre fue utilizado por primera vez en Colombia en el año 1984 por el General Gustavo Matamoros, por aquel tiempo Ministro de Defensa, luego del desmantelamiento del inmenso laboratorio de procesamiento de cocaína denominado “Tranquilandia” del cual las autoridades aseguraron tener evidencia de que era custodiado por miembros de la guerrilla. En Para desarmar la palabra, diccionario de términos del conflicto y la paz. Medios por la paz, Bogotá, octubre, 2005

Friday, September 28, 2007


NO HAY TIEMPOS DE PAZ

Victoria E. González M.


La creencia de que el mundo nunca volverá a ser el mismo luego del 11 de septiembre de 2001 se ha convertido en una de las verdades indiscutibles de los últimos tiempos. Si bien es cierto que luego de este suceso han ocurrido cientos de hechos mucho más cruentos, el simbolismo que encarna el derrumbamiento de las torres gemelas ante los impávidos ojos de millones de habitantes de la tierra y los posteriores desarrollos que ha tenido este ataque dan para creerlo.

Hablamos en principio del simbolismo porque para muchos se dio una analogía inmediata entre la caída lenta pero inevitable de toneladas de hierro y de cemento que conformaban las que hasta ahora parecían edificaciones inexpugnables que arañaban el cielo, con el comienzo del fin del imperio estadounidense. De igual manera, la forma como fueron destruidas las torres –con aviones comerciales cuya tripulación fue sometida con cuchillos de cocina y no con armas ultramodernas– representó para muchos una bofetada a la sofisticada tecnología que costó millones de dólares a occidente durante la famosa “Guerra de Galaxias” y que mantuvo al mundo entero en la cuerda floja durante más de una década.

En cuanto a los desarrollos de este hecho, mencionemos como primer elemento la consolidación de la llamada “guerra justa” preconizada por Estados Unidos (consolidación y no surgimiento porque ya habíamos visto su aparición en los primeros ataques contra Irak y en la guerra de Kosovo) en la cual la fuerza y la violencia se anteponen al derecho y a la política. De este modo, Estados Unidos plantea la guerra como única opción, como desagravio y como castigo para los enemigos que han cometido un acto de injusticia[1] y se justifica ante los ojos del mundo argumentando que las organizaciones supranacionales (La ONU por ejemplo) no entienden las “legítimas” razones de defensa[2], aunque para nadie es desconocido que la reacción de Estados Unidos y su aliado Inglaterra, solo enmascara la necesidad del control global por los recursos energéticos del mundo[3]. En esta situación la coacción y la fuerza toman el lugar de las leyes creadas para la resolución no violenta de los conflictos. Así las cosas, la daga pende sobre una gran parte de países –en particular del medio oriente– y también sobre los lugares de concentración de inmigrantes ubicados en ciudades estadounidenses o europeas, ya que pueden ser sorprendidos por intervenciones militares en busca de armas de destrucción. De igual manera, el peligro se cierne sobre los centros de poder económico, militar o político de occidente que en cualquier momento pueden ser blanco de atentados masivos.

Un segundo elemento post 11 de septiembre es el fortalecimiento de la “guerra difusa” que se caracteriza por la desaparición de los límites de los conflictos bélicos, lo cual significa una extensión de la guerra en el tiempo y en el espacio. En ella, como estrategia de ataque, desempeña un papel fundamental el miedo; por ende, todo ciudadano es un potencial enemigo, con más razón si tiene determinada nacionalidad o determinadas características físicas. El enemigo practica el terrorismo, una palabra con significado tan laxo que permite introducirse en cualquier discurso o contexto y usarse con total comodidad. El terrorismo no tiene una cara definida ni una bandera y puede aparecer en cualquier lugar, lo cual lo hace mucho más peligroso y por ende, autoriza a quienes se han propuesto la tarea salvadora de combatirlo a perseguirlo donde quiera que esté. De otra parte, se asocia necesariamente a la “violencia contra civiles inocentes”, algo que por obvias razones genera el rechazo de los ciudadanos de bien que habitan en una sociedad democrática y los aboca a una clara posición en favor de los buenos y en contra de los malos. Así las cosas, muchos conflictos pierden su estatus político y la violencia de los Estados y de los poderosos queda oculta.

A la luz de la guerra justa y de la guerra difusa encuentra nicho un argumento nada novedoso que sin embargo comienza a venderse nuevamente y que plantea la “superioridad occidental”, explicación que sin duda muestra un racismo orientado no solo a discriminar por razones étnicas sino a imponer definitivamente el modelo de producción y de consumo occidentales. La “superioridad” se plantea esencialmente desde el punto de vista moral y se fundamenta en la existencia en occidente de “valores superiores”, valores universales tales como los derechos humanos, el Estado de derecho, la democracia y la equidad de géneros, lo que le da a este lado del mundo el carácter de civilizado. Lo anterior plantea por lo menos un par de contradicciones, la primera de ellas nos muestra como el derecho internacional se vuelven una prenda de “quita y pon” que sirve solo para cuando se necesita respaldar un argumento. La segunda nos habla de los derechos humanos como valor universal, lo que intrínsecamente implica un desconocimiento de la etnodiversidad. Y aquí surge la mayor de las paradojas que se puede expresar coloquialmente de esta manera: el otro es inferior porque no es como nosotros, si lograra ser como nosotros podría ser civilizado y por ende aceptado, sin embargo, jurídicamente no permitiremos que sea como nosotros y para ello impondremos toda suerte de escollos[4].

Foucault, la guerra y el racismo

El breve razonamiento expuesto anteriormente sin duda evoca a Michel Foucault hablando acerca de la guerra y del racismo.
Foucault considera que “No hay un foco único del que salgan como por emanación todas las relaciones de poder, sino un entrelazamiento de éstas, que en suma, hace posible la dominación de una clase sobre otra, de un grupo sobre otro”[5]. Explica que en el surgimiento de un nuevo discurso histórico-político a finales del siglo XVI sobre la sociedad y sus implicaciones, la guerra se plantea como una relación social permanente, y como base de las instituciones y de las relaciones de poder. En este discurso la ley surge de la guerra, guerra que permanece después de la creación de los Estados. La sociedad por su parte se encuentra inmersa en la lucha, y cada uno de sus miembros tiene una posición determinada que defender, aquí tiene origen la guerra de las razas.
Lo primero que encontramos en común entre las ideas de Foucault y los conflictos que se desarrollaron luego del 11 de septiembre es que en ellos no se muestra la hegemonía de uno o dos países poderosos que ejercen una dominación unilateral sobre otro, el más débil; por el contrario, vemos el encadenamiento de una serie de sucesos cuyos antecedentes tienen como base la necesidad de imponer una estrategia global, cuyo único fin es permitir a los propietarios de capital hacer mayores y más diversificadas inversiones[6]. Para el investigador Remy Herrera, existe una situación que ha arrastrado al sistema mundial capitalista a una crisis económica y que por tanto, obliga a Estados Unidos a obtener nuevas fuentes de financiación para iniciar un nuevo ciclo de acumulación capitalista. La guerra ha sido la estrategia más socorrida para lograr esa redinamización capitalista, sin embargo, no han sido suficientes Yugoslavia, Kosovo ni el Golfo Pérsico[7]. La guerra es constante, por ende, nadie puede hablar de tiempos de paz, quizá eventualmente podría hablarse, en lugar de paz, de situaciones de excepción que solo sirven para replantear nuevas estrategias bélicas.
De otra parte, la teoría de la guerra de razas planteada por Foucault bifurca su camino en una dirección biológica y en otra dirección de clases. Foucault muestra como un discurso que ataca al poder establecido, pasado un tiempo es asimilado y utilizado por este poder. Anterior a este fenómeno, hay un cambio de creencia: se pasa de la distinción entre una raza exterior y otra interior al cuerpo social, a pensar en una misma raza dentro del cuerpo social que se divide en una súper raza y una sub raza; la primera, vinculada al poder y a la norma y la segunda vista como amenaza al patrimonio biológico. En esta creencia se basa la aparición, a comienzos del siglo XX, del racismo de Estado definido por Foucault como “un racismo que una sociedad ejerce sobre sí misma, sobre sus propios elementos, sobre sus propios productos; un discurso interno, el de la purificación permanente, que será una de las dimensiones fundamentales de la normalización social”[8]. El racismo surge cuando el discurso de la lucha de razas se transforma en un discurso biológico. La sociedad que anteriormente se encontraba escindida por asuntos concernientes a la raza se divide por la amenaza de aparición de elementos diversos. De esta manera el Estado se convierte en un guardián de la sociedad, en el encargado de garantizar la pureza de una sola y verdadera raza. La aparición del biopoder que Foucault expresa como “el poder que se hizo cargo del cuerpo y de la vida en general con el polo del cuerpo y el polo de la población” hizo que el racismo se implantara en el Estado: El nuevo derecho consistía en hacer vivir o dejar morir: “la muerte, el imperativo de muerte, solo es admisible en el sistema de biopoder si no tiende a la victoria sobre los adversarios políticos sino a la eliminación del peligro biológico y al fortalecimiento, directamente ligado a esa eliminación, de la especie misma o la raza. La raza, el racismo, son la condición que hace aceptable dar muerte en una sociedad de la normalización”. El racismo entonces divide la masa que domina el biopoder entre normal de la especie y lo anormal, de este modo la muerte del otro tiene justificación en la medida en que se convierte en una amenaza no para un individuo sino para toda la raza (no ya al individuo).
La teoría de Foucault en este punto tiene gran vigencia dentro de la situación actual. En primer lugar hablamos de un discurso que cada vez es más familiar, el discurso de la “purificación permanente” que en el caso estadounidense ya habíamos conocido en la época del marcartismo. El enemigo está afuera pero también existe un enemigo potencial internamente en cada miembro de la sociedad, que hay que descubrir y eliminar. Se justifican entonces todo tipo de restricciones a las libertades individuales en un país que se precia de tener las mayores garantías en este tema o las persecuciones a ciudadanos nativos con ancestro “peligroso”.
En segundo lugar recordamos la idea Foucoultiana del poder atómico, un poder de soberanía que mata y que tiene la capacidad de matar la vida misma. Aquí pensamos sin duda en la multiplicación de armas biológicas súper desarrolladas o en el uso de armas rudimentarias letales como el fósforo blanco por parte de las potencias. Del lado de sus opositores, vemos como respuesta la proliferación de atentados suicidas y de ataques selectivos a blancos masivos. Este es el exceso de biopoder, cuando el ser humano tiene la posibilidad de disponer de la vida, de fabricar lo monstruoso encarnado en virus incontrolables y totalmente devastadores.
En tercer lugar, es claramente aplicable el amplio sentido que da Foucault a la muerte en este conflicto post 11 de septiembre “Que quede bien claro que cuando hablo de ‘matar’ no pienso simplemente en el asesinato directo, sino en todo lo que puede ser también muerte indirecta: el hecho de exponer a la muerte o de multiplicar para algunos el riesgo de muerte, o más simplemente la muerte política, la expulsión", explica Foucault. La población civil expuesta a diario a atentados, la expulsión y persecución de inmigrantes que por su origen se ven discriminados; las condiciones infrahumanas en las que inmigrantes deben vender su fuerza de trabajo son el reflejo de esta muerte indirecta.

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BRIEGER, Pedro. Del 11 de septiembre a la ocupación de Irak. En Revista Nómadas No 19. Octubre 2003.




[1]Para justificar el ataque a Afganistán desempeñó un papel fundamental la satanización del enemigo encarnado en Osama Bin Laden, tal como ocurrió años atrás con Mohamed Khadafi quien posteriormente pasó de villano a amigo gracias a las negociaciones de Inglaterra con Libia para la adquisición de petróleo.

[2]Para responder a los ataques de Afganistán Estados Unidos se amparó en el artículo 51 del capítulo 7 de la carta de las Naciones Unidas que le da a un país el derecho a responder a una agresión, esto solo como medida provisional hasta que el Consejo de seguridad tome los recaudos que crea pertinentes.

[3]Se ha determinado que Estados Unidos es el primer país consumidor de petróleo con un 25% de la producción total. Algunos estudios afirman que si tuviese que producir lo que consume sólo tendría petróleo para 4 años.

[4] Ejemplo de lo anterior son sin duda los hechos ocurridos en Francia a finales del año 2005 en los cuales se produjeron varios ataques por parte de franceses de origen argelino que reclamaban sus derechos como ciudadanos de su país ante la actitud discriminatoria del gobierno central.

[5] FOUCAULT, Michel. “Hay que defender la sociedad”. Página 249.

[6] Tal como lo explica el internacionalista Pedro Brieger, la ocupación de Irak no sólo estaba pensada con el fin de acceder directamente al petróleo sino también la infraestructura del Estado iraquí. Esto se explica por el hecho de que la Casa Blanca otorgó mediante la Agencia Internacional para el Desarrollo AID la reconstrucción de toda la infraestructura de Irak (carreteras, aeropuertos, escuelas…) a empresas estadounidenses y de otros países del mundo, semanas antes de su destrucción a causa de los bombardeos, esto mientras en la ONU debatía sobre la conveniencia o no de declarar la guerra.

[7] HERRERA, Remy. Bajo la mundialización, crisis y guerra. En Revista Nómadas No 19. Octubre 2003.
[8] Ibid.

Wednesday, August 08, 2007



ENTRE MARÍA AUXILIADORA Y LA VIRGEN DE LOS SICARIOS


Por Victoria E. González M.

Contexto histórico y geográfico

El narcotráfico es la continuidad de una larga historia de contrabando que existe en Colombia. Incluso, las mismas rutas que se usaban desde la época de la Colonia para ese contrabando y que se habilitaron en el siglo XX para importar de manera ilegal electrodomésticos, licores y cigarrillos empezaron a utilizarse para este fin.

La aparición de los cultivos de marihuana en Colombia tuvo su auge especialmente en la Costa Caribe en los años 70, particularmente en las zonas habitadas por los indígenas de la Guajira. Dicho tráfico de marihuana fue controlado con operaciones represivas, importantes realizadas de común acuerdo por el gobierno colombiano y el gobierno estadounidense. A pesar de ello, desde los mismos años 70 empieza el tráfico de cocaína, con dos ciudades que están desde el inicio involucradas en el negocio de manera significativa: Cali y Medellín.

Los años 80 fueron el escenario en el que se desplegó todo el poder de los carteles de la droga en estas importantes ciudades colombianas. Los barones del narcotráfico generaron procesos inflacionarios con el desmedido ingreso de sus capitales a la economía colombiana que en principio fueron bien recibidos por la clase política para sus campañas y sus negociados. No satisfechos con intervenir de manera oculta en la economía del país, los “Narcos” también llamados “Clase emergente”, comenzaron a filtrarse en la política de una manera directa como representantes a la cámara y senadores[1] y en la sociedad mediante relaciones económicas con familias de alcurnia venidas a menos para de este modo poder “lavar” sus capitales. Posteriormente, ante los ojos acusadores de algunos medios de comunicación y de algunos ciudadanos que develaron lo que ocurría, la clase política se vio obligada a reaccionar contra un fenómeno que ya se había salido de cauce. Los carteles entre tanto, se resintieron ante la falta de lealtad de quienes en otra época fueran sus amigos e iniciaron la era de ataques indiscriminados contra ciudadanos comunes y de magnicidios contra quienes se atrevieron denunciarlos[2].

En el negocio del narcotráfico confluyeron, según lo manifiesta el investigador y ahora candidato a la Alcaldía de Medellín Alonso Salazar, “personas vinculadas a diversas formas de delincuencia, portadoras del estilo camaján o malevo, forjado en la ciudad en los años 60, y personas de origen campesino y popular, que mantenían viva la tradición cultural paisa” (Salazar, 1996).

En el año 1985 se consolidó la proliferación de bandas juveniles en el Valle de Aburrá que se convirtieron en una especie de ejército conformado por jóvenes de barriadas conocidas como comunas y ubicadas en los sectores marginales de Medellín. El narcotráfico se convirtió entonces en un generador de estilos, prácticas y pensamientos que se introdujeron en amplios grupos sociales. Alonso Salazar rechaza la teoría de la existencia de escuelas especializadas de sicarios -una creencia que se tuvo durante mucho tiempo- y explica que la mayoría de jóvenes que se dedicaron a cometer asesinatos a sueldo se entrenaron de manera informal en las calles, aprendiendo a manejar motos y a disparar.

Al comienzo estas pandillas se reunían en las esquinas de los barrios, en “parches” para escuchar música y conversar. Muchos de sus integrantes no tenías antecedentes penales y eran menores de edad, lo cual los convertía en presas aún más apetecibles para los narcotraficantes, dado que legalmente tenían menos posibilidades de ser judicializados en caso de ser detenidos.

Las pandillas comenzaron a dividirse por cuadras o por barrios y a tener rivalidades que se evidenciaron en principio en enfrentamientos a piedra o a cuchillo. Esas escaramuzas luego se convirtieron en verdaderas guerras que dejaron centenares de muertos.

Cultura hegemónica y cultura subalterna


Antonio Gramsci explica que el poder de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de producción capitalista llamadas las clases subalternas no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado, porque si fuera de este modo sería relativamente fácil de derrocar; dicho poder está dado básicamente por la "hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas, mediante el control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación.

La preeminencia de un grupo social sobre las culturas subalternas se hace explícita en el dominio y la dirección intelectual y moral. La hegemonía se ejerce en un bloque social formado gracias a la alianza política de industriales, terratenientes, clases medias y parte pequeña de la burguesía.

Hibridación y transculturación

En su libro Culturas híbridas (1990), Néstor García Canclini define hibridación como interacción entre cultura popular y cultura de elite o hegemónica y explica que lo híbrido tiene una tradición muy larga en América Latina. La hibridación se da no solo por la combinación sino por la yuxtaposición de elementos culturales. En principio la hibridación no indica diálogo sino un proceso de reconversión de elementos.

Un concepto que podría complementar el anterior es el de transculturación planteado por Ángel Rama[3] y que recoge el sociólogo peruano Víctor Vich: “Se entiende transculturación como las diferentes formas de contacto donde las dos culturas se afectan mutuamente y donde el nuevo producto asume una identidad más heterogénea e inestable. En última instancia, la transculturación es el momento en que dos culturas chocan y, por una lucha de fuerzas, los elementos de una de ellas pasan a integrarse, siempre en tensión, dentro de la otra. En este punto algunos críticos han planteado que la transculturación ocurre entre una cultura hegemónica y una culturas subalterna y, por tanto, implica siempre una teleología, es decir, una especie de devenir que consistiría, en el caso latinoamericano, en integrar lo popular dentro del marco hegemónico y occidental. (Vich, 2000).

En el caso que nos convoca, este fenómeno se ve reflejado de este modo:
La Virgen María es, después de Jesús el personaje más representado en el arte cristiano. La irrupción masiva de la iconografía mariana se da durante el período gótico, producto de la nueva actitud sugerida por la mentalidad caballeresca y trovadoresca. Según el investigador Federico Revilla “el culto a la devoción mariana surgió como un momento de desarrollo de la Cristología” (Revilla,1999). En el caso específico de María Auxiliadora se explica su aparición gracias a la promesa del Papa Pío VII, quien luego de varios años de permanecer prisionero por órdenes del emperador Napoleón ofreció honrar a la virgen decretándole una nueva fiesta en la Iglesia Católica si salía libre. El 24 de mayo, día que recobró la libertad, quedó instituido como la fiesta de María Auxiliadora.
Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos decir entonces que la imagen de María Auxiliadora surge como un icono de la religión católica que, desde el concepto de Gramsci podría verse como uno de los instrumentos para construir hegemonía desde la lógica occidental. Es decir, como un icono representativo de las culturas hegemónicas. ¿Qué hace entonces una subcultura como el sicariato, inscrita dentro de las culturas populares[4] con este icono religioso?
Los rituales y las prácticas ejercidas por la delincuencia han estado presentes a lo largo de la historia. De otra parte, la figura del bandido social ha despertado el interés y la simpatía de amplios sectores de la sociedad que ha considerado a estas figuras una especie de "vengadores" populares capaces de una redistribución de la justicia y de la riqueza (Hobsbawm, 2001)
Los cultos relacionados con el narcotráfico conforman una compleja amalgama de prácticas que recoge elementos de diversas tradiciones religiosas como la santería, la religiosidad popular católica y la magia, prácticas que no solo se conocen en el mundo clandestino del narcotráfico sino en todos los ámbitos[5]. La Virgen en este contexto, además de de tener “poderes sobrenaturales” representa a la madre protectora que perdona todo sin importar la gravedad de las acciones cometidas. Es la madre que cuida desde el cielo; la madre de carne y hueso que está en la tierra, “la cucha”, también es objeto de veneración porque ha “sacado adelante” a sus hijos a pesar del abandono del padre -que es muy frecuente- y porque recibe de ellos los presentes que pueden darle como fruto de sus actos delictivos, sin preguntar de donde provienen.
Como podemos ver, la religión es uno de los ejes fundamentales de la personalidad antioqueña, eje que, ante la ausencia de una ética ciudadana, se convierte en uno de los principales medios de control social (Salazar, 1999).
De acuerdo con la hipótesis planteada en esta investigación, la hibridación por parte de la cultura popular se reflejaría en la manera de entender lo religioso por parte del sicario antioqueño desde el predominio de las prácticas rituales y fetichistas asociadas de distintas maneras a lo mágico y desde la disociación entre lo ético y lo religioso.
El primer aspecto se ilustra porque los sicarios hacen una especie de apropiación inversa de oraciones, objetos y rituales proscritos con un sentido de fe[6] y le atribuyen a los iconos religiosos (en este caso, a María Auxiliadora) poderes que permiten al mismo tiempo conjurar la muerte propia y propiciar la muerte de los enemigos[7]: “Es como si lo religioso ocupara la función de talismán, de algo que protege pero que está distanciado del compromiso de vida”. (Salazar, 1999)
Lo segundo se ve en la pervivencia de la tradición católica asociada a la violencia, dado que “buenos católicos no son necesariamente buenos ciudadanos” y la fe se refleja más en las prácticas externas, en los rituales y en los cultos que en la coherencia de vida.

Bibliografía

FRANCO, Jorge. Rosario tijeras. Biblioteca El Tiempo, Serie Colombiana. Bogotá, 2003.

GARCÍA-CANCLINI, Néstor. Culturas Híbridas. Editorial Grijalbo, México D.F. 1998.

OSPINA, William. No quieren morir pero matan. En Revista Número No 26.

REVILLA, Federico. Diccionario de iconografía y simbología. Editorial Cátedra. Barcelona, 1999.

SALAZAR J., Alonso y JARAMILLO, Ana María. Medellín, las subculturas del narcotráfico. Ediciones Antropos, Bogotá, 1996.

SALAZAR J., Alonso. No nacimos pa’ semilla. Corporación Región, CINEP. Editorial Presencia, 1990.

VALLEJO, Fernando. La virgen de los Sicarios. Editorial Santilla, Bogotá, 2000.

VICH, Víctor. "Sobre cultura, heterogeneidad, diferencia", en Estudios Culturales. Discursos, poderes y pulsiones. Editores Santiago López Maguiña, Gonzalo Portocarrero, Rocío Silva Santisteban y Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales 2001.


DUSSEL, Enrique. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. Ediciones Abya-Yala, Quito, 1994.


HOBSBAWN, Eric. Bandidos. Crítica, libros de Historia. Madrid, 2001.



[1] Pablo Escobar construyó muchas obras benéficas para los pobres, entre ellas varias canchas de fútbol y un barrio entero llamado “Medellín sin tugurios”, de este modo logró el apoyo popular que lo llevaría a la Cámara de Representantes por el movimiento Alternativa Liberal. Como congresista suplente, fue invitado en 1982 a la posesión presidencial de Felipe González en España.

[2] Recordamos entre otros los crímenes del director del diario El Espectador, Guillermo Cano por sus denuncias contra el capo Pablo Escobar, la bomba colocada en un avión de Avianca en el que murieron todos sus ocupantes, y la seguidilla de artefactos explosivos que durante el año 1989 dejaron cientos de víctimas fatales en ciudades como Medellín, Bogotá y Cali.

[3] Nacido en Montevideo, Uruguay, el 30 de abril de 1926 Ángel Rama es considerado uno de los críticos latinoamericanos más influyentes. Cultivó la narrativa y el teatro, sin embargo el aporte decisivo de su obra corresponde a la crítica literaria.Fue profesor durante más de treinta años en su país y en centros de educación superior de Hispanoamérica y USA. En los últimos años de su vida se radicó en USA, donde fue profesor de las universidades de Maryland y Princeton y del Middlebury College. Los últimos meses de su vida los pasó en París. Ángel Rama se casó dos veces, primero con la poeta Ida Vitale, en 1950, quien fue la madre de sus hijos Amparo y Claudio, y en 1969 con la narradora y destacada crítico de arte Marta Traba, junto a quien murió en un accidente de aviación en Mejorana del Campo, un lugar cercano a Madrid, el 26 de noviembre de 1983.

[4] Caracterizamos al sicariato como una subcultura inscrita dentro de las culturas populares tomando como referente a Alonso Salazar quien explica ”existe una subcultura generada en el mundo del narcotráfico, la que se asentó en el fenómeno de las bandas juveniles y se proyectó sobre diversos sectores sociales, dejando una huella profunda en el alma de la ciudad. Esta subcultura es producto del sincretismo de elementos de la cultura paisa, del consumismo propio de la modernización y de la tradición maleva, proveniente del mundo delincuencial de los años 60 y 70.

[5] Algunas de estas prácticas se han vuelto famosas gracias a la literatura dedicada al tema con textos como las novelas La virgen de los Sicarios, Rosario Tijeras, No Nacimos pa’ semilla y el pelaíto que no duró nada. Hablamos de costumbres como lavar las balas en agua bendita para lograr mayor puntería; dar el primer trago de aguardiente a las ánimas tirándolo al aire; usar escapularios, ojalá comprados en la cárcel de Bella Vista o heredados de un amigo que haya purgado una condena, en la muñeca para tener más puntería, en los tobillos, para mayor velocidad al correr y en el pecho, para proteger al corazón de las balas.

[6]Así lo vemos en oraciones como la oración al Justo juez que dice: Santísimo Justo Juez, hijo de Santa María, que mi cuerpo no se asombre, ni mi sangre sea vertida. Donde quiera que vaya las manos de mi Señor me sostengan. Que mis enemigos tengan ojos y no me vean, si tienen armas no me hieran, con injusticias no me prendan, que el manto con el que fue Jesucristo envuelto, sea mi cuerpo cubierto, para que no sea herido ni muerto, ni a la vergüenza de la cárcel expuesto. Por la intersección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén, cuya versión en entre los sicarios se llama Oración al Santo Juez y dice: Si ojos tienen, que no me vean, si manos tienen, que no me agarren, si pies tienen, que no me alcancen, no permitas que me sorprendan por la espalda, no permitas que mi muerte sea violenta, no permitas que mi sangre se derrame, tú que todo lo conoces, sabes de mis pecados, pero también sabes de mi fe, no me desampares. Amen

[7]
La investigadora Mexicana Rossana Reguillo explica el fenómeno por “La experiencia cotidiana de la exclusión, de la marginación, de la corrupción e incapacidad de distintas instituciones para ofrecer respuestas y a veces, un sentimiento de traición o abandono de las fuerzas ‘del bien’, que siguen exigiendo fidelidad y respeto por un modelo de vida, llevan a muchas personas a la búsqueda y apropiación de otras formas de dar sentido a lo trascendental. Subjetividades que encuentran en el hoy abundante mercado de creencias, una alternativa que al tiempo que oferte mecanismos de salvación no exija una conversión radical ni una práctica religiosa regulada”.