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Wednesday, August 08, 2007



ENTRE MARÍA AUXILIADORA Y LA VIRGEN DE LOS SICARIOS


Por Victoria E. González M.

Contexto histórico y geográfico

El narcotráfico es la continuidad de una larga historia de contrabando que existe en Colombia. Incluso, las mismas rutas que se usaban desde la época de la Colonia para ese contrabando y que se habilitaron en el siglo XX para importar de manera ilegal electrodomésticos, licores y cigarrillos empezaron a utilizarse para este fin.

La aparición de los cultivos de marihuana en Colombia tuvo su auge especialmente en la Costa Caribe en los años 70, particularmente en las zonas habitadas por los indígenas de la Guajira. Dicho tráfico de marihuana fue controlado con operaciones represivas, importantes realizadas de común acuerdo por el gobierno colombiano y el gobierno estadounidense. A pesar de ello, desde los mismos años 70 empieza el tráfico de cocaína, con dos ciudades que están desde el inicio involucradas en el negocio de manera significativa: Cali y Medellín.

Los años 80 fueron el escenario en el que se desplegó todo el poder de los carteles de la droga en estas importantes ciudades colombianas. Los barones del narcotráfico generaron procesos inflacionarios con el desmedido ingreso de sus capitales a la economía colombiana que en principio fueron bien recibidos por la clase política para sus campañas y sus negociados. No satisfechos con intervenir de manera oculta en la economía del país, los “Narcos” también llamados “Clase emergente”, comenzaron a filtrarse en la política de una manera directa como representantes a la cámara y senadores[1] y en la sociedad mediante relaciones económicas con familias de alcurnia venidas a menos para de este modo poder “lavar” sus capitales. Posteriormente, ante los ojos acusadores de algunos medios de comunicación y de algunos ciudadanos que develaron lo que ocurría, la clase política se vio obligada a reaccionar contra un fenómeno que ya se había salido de cauce. Los carteles entre tanto, se resintieron ante la falta de lealtad de quienes en otra época fueran sus amigos e iniciaron la era de ataques indiscriminados contra ciudadanos comunes y de magnicidios contra quienes se atrevieron denunciarlos[2].

En el negocio del narcotráfico confluyeron, según lo manifiesta el investigador y ahora candidato a la Alcaldía de Medellín Alonso Salazar, “personas vinculadas a diversas formas de delincuencia, portadoras del estilo camaján o malevo, forjado en la ciudad en los años 60, y personas de origen campesino y popular, que mantenían viva la tradición cultural paisa” (Salazar, 1996).

En el año 1985 se consolidó la proliferación de bandas juveniles en el Valle de Aburrá que se convirtieron en una especie de ejército conformado por jóvenes de barriadas conocidas como comunas y ubicadas en los sectores marginales de Medellín. El narcotráfico se convirtió entonces en un generador de estilos, prácticas y pensamientos que se introdujeron en amplios grupos sociales. Alonso Salazar rechaza la teoría de la existencia de escuelas especializadas de sicarios -una creencia que se tuvo durante mucho tiempo- y explica que la mayoría de jóvenes que se dedicaron a cometer asesinatos a sueldo se entrenaron de manera informal en las calles, aprendiendo a manejar motos y a disparar.

Al comienzo estas pandillas se reunían en las esquinas de los barrios, en “parches” para escuchar música y conversar. Muchos de sus integrantes no tenías antecedentes penales y eran menores de edad, lo cual los convertía en presas aún más apetecibles para los narcotraficantes, dado que legalmente tenían menos posibilidades de ser judicializados en caso de ser detenidos.

Las pandillas comenzaron a dividirse por cuadras o por barrios y a tener rivalidades que se evidenciaron en principio en enfrentamientos a piedra o a cuchillo. Esas escaramuzas luego se convirtieron en verdaderas guerras que dejaron centenares de muertos.

Cultura hegemónica y cultura subalterna


Antonio Gramsci explica que el poder de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de producción capitalista llamadas las clases subalternas no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado, porque si fuera de este modo sería relativamente fácil de derrocar; dicho poder está dado básicamente por la "hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas, mediante el control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación.

La preeminencia de un grupo social sobre las culturas subalternas se hace explícita en el dominio y la dirección intelectual y moral. La hegemonía se ejerce en un bloque social formado gracias a la alianza política de industriales, terratenientes, clases medias y parte pequeña de la burguesía.

Hibridación y transculturación

En su libro Culturas híbridas (1990), Néstor García Canclini define hibridación como interacción entre cultura popular y cultura de elite o hegemónica y explica que lo híbrido tiene una tradición muy larga en América Latina. La hibridación se da no solo por la combinación sino por la yuxtaposición de elementos culturales. En principio la hibridación no indica diálogo sino un proceso de reconversión de elementos.

Un concepto que podría complementar el anterior es el de transculturación planteado por Ángel Rama[3] y que recoge el sociólogo peruano Víctor Vich: “Se entiende transculturación como las diferentes formas de contacto donde las dos culturas se afectan mutuamente y donde el nuevo producto asume una identidad más heterogénea e inestable. En última instancia, la transculturación es el momento en que dos culturas chocan y, por una lucha de fuerzas, los elementos de una de ellas pasan a integrarse, siempre en tensión, dentro de la otra. En este punto algunos críticos han planteado que la transculturación ocurre entre una cultura hegemónica y una culturas subalterna y, por tanto, implica siempre una teleología, es decir, una especie de devenir que consistiría, en el caso latinoamericano, en integrar lo popular dentro del marco hegemónico y occidental. (Vich, 2000).

En el caso que nos convoca, este fenómeno se ve reflejado de este modo:
La Virgen María es, después de Jesús el personaje más representado en el arte cristiano. La irrupción masiva de la iconografía mariana se da durante el período gótico, producto de la nueva actitud sugerida por la mentalidad caballeresca y trovadoresca. Según el investigador Federico Revilla “el culto a la devoción mariana surgió como un momento de desarrollo de la Cristología” (Revilla,1999). En el caso específico de María Auxiliadora se explica su aparición gracias a la promesa del Papa Pío VII, quien luego de varios años de permanecer prisionero por órdenes del emperador Napoleón ofreció honrar a la virgen decretándole una nueva fiesta en la Iglesia Católica si salía libre. El 24 de mayo, día que recobró la libertad, quedó instituido como la fiesta de María Auxiliadora.
Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos decir entonces que la imagen de María Auxiliadora surge como un icono de la religión católica que, desde el concepto de Gramsci podría verse como uno de los instrumentos para construir hegemonía desde la lógica occidental. Es decir, como un icono representativo de las culturas hegemónicas. ¿Qué hace entonces una subcultura como el sicariato, inscrita dentro de las culturas populares[4] con este icono religioso?
Los rituales y las prácticas ejercidas por la delincuencia han estado presentes a lo largo de la historia. De otra parte, la figura del bandido social ha despertado el interés y la simpatía de amplios sectores de la sociedad que ha considerado a estas figuras una especie de "vengadores" populares capaces de una redistribución de la justicia y de la riqueza (Hobsbawm, 2001)
Los cultos relacionados con el narcotráfico conforman una compleja amalgama de prácticas que recoge elementos de diversas tradiciones religiosas como la santería, la religiosidad popular católica y la magia, prácticas que no solo se conocen en el mundo clandestino del narcotráfico sino en todos los ámbitos[5]. La Virgen en este contexto, además de de tener “poderes sobrenaturales” representa a la madre protectora que perdona todo sin importar la gravedad de las acciones cometidas. Es la madre que cuida desde el cielo; la madre de carne y hueso que está en la tierra, “la cucha”, también es objeto de veneración porque ha “sacado adelante” a sus hijos a pesar del abandono del padre -que es muy frecuente- y porque recibe de ellos los presentes que pueden darle como fruto de sus actos delictivos, sin preguntar de donde provienen.
Como podemos ver, la religión es uno de los ejes fundamentales de la personalidad antioqueña, eje que, ante la ausencia de una ética ciudadana, se convierte en uno de los principales medios de control social (Salazar, 1999).
De acuerdo con la hipótesis planteada en esta investigación, la hibridación por parte de la cultura popular se reflejaría en la manera de entender lo religioso por parte del sicario antioqueño desde el predominio de las prácticas rituales y fetichistas asociadas de distintas maneras a lo mágico y desde la disociación entre lo ético y lo religioso.
El primer aspecto se ilustra porque los sicarios hacen una especie de apropiación inversa de oraciones, objetos y rituales proscritos con un sentido de fe[6] y le atribuyen a los iconos religiosos (en este caso, a María Auxiliadora) poderes que permiten al mismo tiempo conjurar la muerte propia y propiciar la muerte de los enemigos[7]: “Es como si lo religioso ocupara la función de talismán, de algo que protege pero que está distanciado del compromiso de vida”. (Salazar, 1999)
Lo segundo se ve en la pervivencia de la tradición católica asociada a la violencia, dado que “buenos católicos no son necesariamente buenos ciudadanos” y la fe se refleja más en las prácticas externas, en los rituales y en los cultos que en la coherencia de vida.

Bibliografía

FRANCO, Jorge. Rosario tijeras. Biblioteca El Tiempo, Serie Colombiana. Bogotá, 2003.

GARCÍA-CANCLINI, Néstor. Culturas Híbridas. Editorial Grijalbo, México D.F. 1998.

OSPINA, William. No quieren morir pero matan. En Revista Número No 26.

REVILLA, Federico. Diccionario de iconografía y simbología. Editorial Cátedra. Barcelona, 1999.

SALAZAR J., Alonso y JARAMILLO, Ana María. Medellín, las subculturas del narcotráfico. Ediciones Antropos, Bogotá, 1996.

SALAZAR J., Alonso. No nacimos pa’ semilla. Corporación Región, CINEP. Editorial Presencia, 1990.

VALLEJO, Fernando. La virgen de los Sicarios. Editorial Santilla, Bogotá, 2000.

VICH, Víctor. "Sobre cultura, heterogeneidad, diferencia", en Estudios Culturales. Discursos, poderes y pulsiones. Editores Santiago López Maguiña, Gonzalo Portocarrero, Rocío Silva Santisteban y Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales 2001.


DUSSEL, Enrique. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. Ediciones Abya-Yala, Quito, 1994.


HOBSBAWN, Eric. Bandidos. Crítica, libros de Historia. Madrid, 2001.



[1] Pablo Escobar construyó muchas obras benéficas para los pobres, entre ellas varias canchas de fútbol y un barrio entero llamado “Medellín sin tugurios”, de este modo logró el apoyo popular que lo llevaría a la Cámara de Representantes por el movimiento Alternativa Liberal. Como congresista suplente, fue invitado en 1982 a la posesión presidencial de Felipe González en España.

[2] Recordamos entre otros los crímenes del director del diario El Espectador, Guillermo Cano por sus denuncias contra el capo Pablo Escobar, la bomba colocada en un avión de Avianca en el que murieron todos sus ocupantes, y la seguidilla de artefactos explosivos que durante el año 1989 dejaron cientos de víctimas fatales en ciudades como Medellín, Bogotá y Cali.

[3] Nacido en Montevideo, Uruguay, el 30 de abril de 1926 Ángel Rama es considerado uno de los críticos latinoamericanos más influyentes. Cultivó la narrativa y el teatro, sin embargo el aporte decisivo de su obra corresponde a la crítica literaria.Fue profesor durante más de treinta años en su país y en centros de educación superior de Hispanoamérica y USA. En los últimos años de su vida se radicó en USA, donde fue profesor de las universidades de Maryland y Princeton y del Middlebury College. Los últimos meses de su vida los pasó en París. Ángel Rama se casó dos veces, primero con la poeta Ida Vitale, en 1950, quien fue la madre de sus hijos Amparo y Claudio, y en 1969 con la narradora y destacada crítico de arte Marta Traba, junto a quien murió en un accidente de aviación en Mejorana del Campo, un lugar cercano a Madrid, el 26 de noviembre de 1983.

[4] Caracterizamos al sicariato como una subcultura inscrita dentro de las culturas populares tomando como referente a Alonso Salazar quien explica ”existe una subcultura generada en el mundo del narcotráfico, la que se asentó en el fenómeno de las bandas juveniles y se proyectó sobre diversos sectores sociales, dejando una huella profunda en el alma de la ciudad. Esta subcultura es producto del sincretismo de elementos de la cultura paisa, del consumismo propio de la modernización y de la tradición maleva, proveniente del mundo delincuencial de los años 60 y 70.

[5] Algunas de estas prácticas se han vuelto famosas gracias a la literatura dedicada al tema con textos como las novelas La virgen de los Sicarios, Rosario Tijeras, No Nacimos pa’ semilla y el pelaíto que no duró nada. Hablamos de costumbres como lavar las balas en agua bendita para lograr mayor puntería; dar el primer trago de aguardiente a las ánimas tirándolo al aire; usar escapularios, ojalá comprados en la cárcel de Bella Vista o heredados de un amigo que haya purgado una condena, en la muñeca para tener más puntería, en los tobillos, para mayor velocidad al correr y en el pecho, para proteger al corazón de las balas.

[6]Así lo vemos en oraciones como la oración al Justo juez que dice: Santísimo Justo Juez, hijo de Santa María, que mi cuerpo no se asombre, ni mi sangre sea vertida. Donde quiera que vaya las manos de mi Señor me sostengan. Que mis enemigos tengan ojos y no me vean, si tienen armas no me hieran, con injusticias no me prendan, que el manto con el que fue Jesucristo envuelto, sea mi cuerpo cubierto, para que no sea herido ni muerto, ni a la vergüenza de la cárcel expuesto. Por la intersección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén, cuya versión en entre los sicarios se llama Oración al Santo Juez y dice: Si ojos tienen, que no me vean, si manos tienen, que no me agarren, si pies tienen, que no me alcancen, no permitas que me sorprendan por la espalda, no permitas que mi muerte sea violenta, no permitas que mi sangre se derrame, tú que todo lo conoces, sabes de mis pecados, pero también sabes de mi fe, no me desampares. Amen

[7]
La investigadora Mexicana Rossana Reguillo explica el fenómeno por “La experiencia cotidiana de la exclusión, de la marginación, de la corrupción e incapacidad de distintas instituciones para ofrecer respuestas y a veces, un sentimiento de traición o abandono de las fuerzas ‘del bien’, que siguen exigiendo fidelidad y respeto por un modelo de vida, llevan a muchas personas a la búsqueda y apropiación de otras formas de dar sentido a lo trascendental. Subjetividades que encuentran en el hoy abundante mercado de creencias, una alternativa que al tiempo que oferte mecanismos de salvación no exija una conversión radical ni una práctica religiosa regulada”.

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